lunes, 7 de julio de 2014

Fantasmas.

No sé jugar bajo las reglas de nadie, ni siquiera bajo las mías. 

Estuve guardando un mucho de mí, para poder confiarlo a quién lo mereciera, quería dártelo; de verdad quería. Suelen confundirme esas historias, las que se parecen a la mía, las que traen fantasmas difíciles de desprender; esas me asustan terriblemente.

Y no es que sea demasiado cautelosa, aunque lo soy, y con justa razón. No es que no pueda comprender otras formas de ver el mismo concepto, es sólo que no quiero entrar en una historia a la Woddy Allen, aunque sea mi director favorito; pero ya sabes lo contradictoria que puedo llegar a ser. Pero en este caso, hace mucho prometí sólo serme fiel a mi misma, y no quiero engañarte, ni engañarme fingiendo que todo estaba bien. 

Tiendo a ser muy perceptiva en ocasiones, y yo ya lo sabía, lo supe la primera vez que la mencionaste, no podía adivinarlo del todo, pero algo me lo decía. Debí hacerme un poco de caso, dicen que no hay nadie más sabio para opinar de uno, que uno mismo. Debí poner atención a las señales que estaba mandando, pero no. Y es por eso que ahora estoy como estoy.

 La cosa es que ayer me descubrí extrañándote, y odié de veras extrañarte, odié que estuviera lloviendo y que quisiera tanto que dijeras que te acordaste de mi pequeña fobia; odié no contarte mi fin de semana al que estabas incluido en un principio; odié no escuchar tus planes para la siguiente etapa de la vida, en la que esperaba estar incluida. Pero odié por sobre todas las cosas los fantasmas alrededor, los tuyos de los que no quieres, porque no quieres, despegarte; los míos que no quisieron convivir con la idea de tener una historia parecida a la que los vio nacer. Mis raras expectativas de lo que podía ser, lo que ya no será.

Hoy hace frío y estoy pensando en ti, una vez más. Debe ser el clima, debe ser esta idea de ti que no fue, al menos a lo lejos parece que va a salir el sol. Espero.

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