domingo, 29 de septiembre de 2013

Fragmento III

Que extraño podría parecer un lugar visto desde diferentes tiempos, ¿Recuerdas aquellos paseos por el centro de la ciudad? Ese que conozco de memoria y por el que podía caminar por horas sin cansarme. Hoy lo recorrí de nuevo, y entré una vez más a nuestro museo favorito, tenía meses sin poner un pie en él. Qué distinto se ve ahora.
Sin tu mirada que miraba a escondidas mi secreta admiración por Gerardo Murillo, sin mis pasos de bailarina recorriendo los pasillos, sin mis ganas de besarte mientras nadie miraba, sin tu cámara queriendo retratar cada uno de mis pasos, aunque yo lo odiara. Ya no estaban tus largas explicaciones en cada exposición, ya no estaba tu mala costumbre de esconderte de mí cuando yo me quedaba por horas mirando una obra para que, en mi descuido, creyera que me habías dejado.
Y pensé lo que seguro habrías dicho mientras reía con una foto de Modotti, y me reí con mas fuerza mientras todos me miraban extraño, y estoy segura que eso te habría molestado. Y extrañé la manera en que me sorprendías abrazándome por detrás de la cintura, porque siempre he sido muy distraída y seguro me habría espantado.
Te extrañé en serio, y por un momento quise irme de ese lugar, el que habíamos hecho nuestro, porque no estabas, y ya no ibas a estar más. Pero no quise, y no porque me guste ser masoquista ni mucho menos, si no porque no sabía que extrañaba eso hasta que estuve ahí, y pude recordarlo, pude recordarnos. En ese tiempo, antes de que todo se muriera.
Y ahora sabía bien, que ese tiempo no volvería, no porque nosotros no tengamos la mínima posibilidad de volver, aunque sea cierto, si no porque aquellos de entonces no son lo que somos ahora. Tú con ella, yo con él;  porque ambos seguimos nuestras vidas, y no hay nada triste en eso, porque en ese lugar se quedaron nuestras risas, nuestros besos, mis pasos de bailarina, tu mirada que lo analizaba todo y que conocía cada uno de mis gestos, porque en ese lugar se había escrito parte de nuestra historia, y eso era algo que nadie podía cambiarlo. Ni siquiera yo.