lunes, 28 de julio de 2014

Velita de pastel.

-Pide un deseo.
-Mamá ya te dije que no creo en deseos.
-Hazlo para la suerte.
-Mamá...
-Sí, sí, tampoco crees en la suerte, ya no seas amargada y apúrate que se va a derretir la vela...

Soplé las velas de mi pastel de cumpleaños, finjí pedir un deseo.
Y no porque no crea en deseos, realmente no sabía qué desear. Y es que los deseos a veces no concuerdan con lo real, los deseos son aquellas cosas que pensamos que podrían pasarnos, que quisiéramos que fueran una realidad y que, por arte de magia, van a pasar.

Desear ya no basta, porque desear es una promesa infinita que no se sabe si se cumplirá o no; desear no es querer. Y este año yo quise más de lo que deseé.

No es lo mismo, por ejemplo, decir: deseo un helado; a decir: quiero un helado. Al decir deseo estamos esperando tener algo, al decir quiero estamos afirmando que tendremos algo, o  que se hará lo posible por conseguirlo. Todos deseamos cosas, pocos quieren cosas; un deseo es fantasioso, querer  es caprichoso. Los deseos esperan una cantidad de tiempo indeterminado, querer algo tiene fecha de caducidad, es más real, y la realidad nos hace tanta falta.

Yo, por ejemplo, deseo que estés conmigo; tú, por ejemplo, no quieres estar conmigo. ¿Notas la diferencia?

Y en estos tiempos ya no basta con desear las cosas, hace falta quererlas. Decidir entre el deseo y el quiero es lo difícil. 

Ahora que lo pienso debí pedir un deseo de cumpleaños, tal vez el próximo año. 

martes, 22 de julio de 2014

Camino.

Somos aquello que no decimos, las miradas que guardamos para nosotros y recordamos antes de dormir, somos la sonrisa repentina que surge cuando estamos a solas, somos una canción, un libro, un lugar. 
Somos los pasos que damos, los lugares que visitamos, los miedos que no nos gusta mostrar, las veces que amamos; y las que no, las historias que nos duelen, las lágrimas que derramamos de la nada. Somos el amor que damos, el que regalamos sin esperar nada a cambio. 
¿Qué hacer con tanta historia? 
Las historias que escuchamos, la mirada del hombre que tanto ha caminado en busca de paz, sus huellas en la arena, los pasos que aún le falta por dar. La sonrisa de aquella mujer que la encontró por casualidad y decidió no dejarla ir jamás. 
¿Cuál es la verdadera fórmula para la felicidad? No existe tal. Te sorprendería saber lo poco que se necesita, lo más simple, lo más trivial. A veces sólo dura un instante, a veces se queda de forma permanente; no es un destino, es el camino.
No importa llegar, porque cada paso dado es una oportunidad más para vivir. 

No sé si sientas igual, el camino agota, pero yo quiero seguir caminando.

lunes, 7 de julio de 2014

Fantasmas.

No sé jugar bajo las reglas de nadie, ni siquiera bajo las mías. 

Estuve guardando un mucho de mí, para poder confiarlo a quién lo mereciera, quería dártelo; de verdad quería. Suelen confundirme esas historias, las que se parecen a la mía, las que traen fantasmas difíciles de desprender; esas me asustan terriblemente.

Y no es que sea demasiado cautelosa, aunque lo soy, y con justa razón. No es que no pueda comprender otras formas de ver el mismo concepto, es sólo que no quiero entrar en una historia a la Woddy Allen, aunque sea mi director favorito; pero ya sabes lo contradictoria que puedo llegar a ser. Pero en este caso, hace mucho prometí sólo serme fiel a mi misma, y no quiero engañarte, ni engañarme fingiendo que todo estaba bien. 

Tiendo a ser muy perceptiva en ocasiones, y yo ya lo sabía, lo supe la primera vez que la mencionaste, no podía adivinarlo del todo, pero algo me lo decía. Debí hacerme un poco de caso, dicen que no hay nadie más sabio para opinar de uno, que uno mismo. Debí poner atención a las señales que estaba mandando, pero no. Y es por eso que ahora estoy como estoy.

 La cosa es que ayer me descubrí extrañándote, y odié de veras extrañarte, odié que estuviera lloviendo y que quisiera tanto que dijeras que te acordaste de mi pequeña fobia; odié no contarte mi fin de semana al que estabas incluido en un principio; odié no escuchar tus planes para la siguiente etapa de la vida, en la que esperaba estar incluida. Pero odié por sobre todas las cosas los fantasmas alrededor, los tuyos de los que no quieres, porque no quieres, despegarte; los míos que no quisieron convivir con la idea de tener una historia parecida a la que los vio nacer. Mis raras expectativas de lo que podía ser, lo que ya no será.

Hoy hace frío y estoy pensando en ti, una vez más. Debe ser el clima, debe ser esta idea de ti que no fue, al menos a lo lejos parece que va a salir el sol. Espero.