domingo, 23 de agosto de 2015

Llamada de emergencia



Eran las 3 de la mañana de un sábado cuando sonó el teléfono, era él de nuevo.

Llevábamos años con la misma rutina. Él aparenta estar bien por unos días, a veces semanas, unas cuántas hasta meses. 

La rutina era la misma, el teléfono la discusión era por dos o tres horas antes de que decidiera calentar el auto para ir a su casa, los coreografía de 40 minutos, a veces 15 dependiendo del tráfico o la urgencia, camino a su casa eran un martirio. ¿Lo encontraré? ¿Por qué tenía que tocarme a mí? ¿Hasta cuándo se terminará esto? Debería dejar de ayudarlo, no puedo, es mi responsabilidad, es parte de mi vida, uno no puede ver destruir una parte de su vida y no hacer nada. 

Llegar al caos de su departamento era igual, arte, vidrios rotos, el escenario después de una guerra; las razones no importaban, el resultado era el mismo. Había perdido ya la cuenta de los años que veníamos haciendo lo mismo; de tener que convencer, de tratar de convencerlo de terminar con esto, de destruirse, de querer terminar así con su historia. Perdí la cuenta de cuántas veces me prometió que se había terminado, que era la última vez, que ya no volvería a pasar. Mi amor por él era tan grande que me cegaba y le creía, aunque supiera que regresaríamos una vez más a lo mismo. 

Pero esa noche no, esa noche era diferente; no sé qué sucedió, pero su desesperación era tangible, y sentí miedo, no era la rutina habitual, esta vez sí cumpliría su promesa con la que siempre me chantajeaba, esta vez sí lo haría. Sentí miedo, un miedo que nunca había sentido. 

No colgué el teléfono esa vez, me metí al auto sin siquiera calentarlo y emprendí los 20 minutos que seguro me haría a su casa por la hora, no podía dejar de repetirle cuanto lo amaba, lo importante que era para mí. 

¿Por qué tenía que tocarme a mí? ¿Hasta cuando se terminará esto? Pisé el acelerador para ganarle al último semáforo que me separaba de su departamento; ya estoy llegando, le dije, y por supuesto no vi el auto negro que venía hacia mi con mayor velocidad que mi auto plateado. 

Esa fue la última vez soñaría mi teléfono, él nunca volvió a escuchar mi voz. 

sábado, 8 de agosto de 2015

Ultramar

Nota mental:
Si me vas a disparar que sea a matar.





¿Y si después de tanto navegar sea tu puerto al que siempre haga volver mi barca?

He recorrido tantos mares, 
algunas aguas en calma, 
cientos de tempestades,
parece no importar,
la marea siempre me regresa a tu puerto.

Me sé de memoria tus acantilados,
he descubierto tus arrecifes,
el tesoro de un pirata,
es inútil,
no me canso.

Quiero perderme mar adentro,
en las olas de tu aliento,
descubrir que ha cambiado,
el tiempo que estuve en ultramar.

Ser capitán de tus suspiros,
explorador de tus sueños,
pirata de tu razón.

Así que no apagues,
la luz de tu faro,vigía,
que no importa qué tan lejos,
me lleve el viento.

La marea me regresará a tu puerto,
tarde o temprano,
me hará volver a ti.