domingo, 28 de diciembre de 2014

Año nuevo.



Viniste una tarde de otoño,
Mientras saltaba en hojas secas,
Trajiste la primavera,
En pleno diciembre.

De un momento a otro,
ya no fue el frío,
lo que calaba mis huesos; 
sino las yemas de tus dedos,
recorriendo mi clavícula. 

Convertiste en acierto,
cada uno de mis errores,
al besar la comisura de mis labios.

Mentiría si te digo,
que no le sonrío al teléfono 
cada que tu nombre aparece
con un simple "pienso en ti".

No exagero al contarte
que las uvas en mi copa no son suficientes,
para llenar todos los planes
que ya hice contigo.

Que podría extender el invierno,
con la simple condición,
de que siempre sea verano
en tu habitación.

Ya no serán los fuegos artificiales,
los que enciendan el cielo
cuando den las doce;
será tu sonrisa.

Y los niños corriendo
con luces de bengala en las manos
ya no inspiran tanta ternura,
como tu risa al darme vueltas,
mientras bailamos en cualquier calle.

Ya no es el cielo estrellado,
lo que ilumina mis noches,
sino el brillo de tus ojos,
en medio de alguna película para niños.

Y existen algunas pestañas en mis ojos,
dispuestas a morir,
con tal de llevar tu nombre en mi deseo.

Las manecillas del reloj
están por anunciar un nuevo año;
y aquí estoy anunciándote que,
si quieres, 
existen doce meses,
para llenarlos de ti.

De nosotros.