jueves, 11 de febrero de 2016

Se hace tarde



Siempre cayendo en el juego
Siempre queriendo apostar 
Siempre jugando al valiente
Siempre olvidando no querer de más.

Me acostumbre a esconderme entre la gente, fingiendo que no me duele, sonriendo a pesar de cada cicatriz, susurrando un sigo aquí. Y es que es muy cierto eso de que hay cicatrices que se ven preciosas, tú eres una de ellas, que al acariciarlas se te sale la risa y sólo piensas: valió la pena. 

Pero a veces uno olvida que no fue sólo la pena; fue el llanto, las noches en vela, las miradas desesperadas a las conversaciones en busca de respuesta, que dolió más de la cuenta, que harté a todos de mis lamentos, que no supe decir basta, que hasta te lleve como un secreto. Y perdón, tengo que cerrar la puerta, aunque ni yo me lo crea, se hace tarde para huir. 

Es que, aunque no me lo creas, me he tenido que repetir que te extraño para empezar a extrañarte, que la vida se mueve muy rápido y si algo quiero contarte se me cruzan los veinticinco "no" que siguieron a mi "tal vez" y termino por no contarte nada, que me he pasado días enteros mirando tu foto tratando de entender cómo dejé que llegara a tanto, que ya ni siquiera miro el teléfono esperando que seas tú quién llame, porque sé que no vas a llamar. 

Ya no me quedan más reproches, ya no queda más por dar; en serio nada. A veces uno olvida que esto del querer no se construye de un sólo lado, que la promesa de estar siempre juntos no vale cuando sólo se queda uno, que no basta con sólo desear, porque esto de quererte ya no me la creo ni yo. 

Perdona si tengo que cerrar la puerta; se hace tarde para el presente, ya empiezo a conjugarte en pasado.