domingo, 2 de octubre de 2016

La nada.



Se han ido acumulando los años como los días de la semana, uno diría que es más sencillo, que la historia está contada de memoria; pero no.

Es mentira eso de que uno cierra el ciclo cuando quiere, la verdad es que con el tiempo uno va entendiendo que los ciclos no los cierras, sino que por sí solos van cerrando. Algunos tardan un par de meses, otros 7 años, o toda una vida; al final aquello que dolía ya no duele, y uno ni siquiera se sorprende porque ya no lo haga. Y no es que uno deje de querer, incluso he llegado a pensar que con el tiempo uno sólo quiere más, entiende más, y por eso se aleja; o se queda según sea el caso.

Y no, no empieces a preocuparte, esta no es una carta de despedida; porque sé que a estas palabras le seguirán un par, o tal vez cien o mil quinientos noventa y seis más; el ciclo se cierra cuando debe como lo he dicho ya.

Y no, está tampoco es una de esas que hablan del brillo que veo cada que me miras a los ojos, o los cuarenta y cinco mil besos que me has dado, o me debes. Esto no es sobre el lunar que existe detrás de tu oreja, ni de la risa nerviosa que surge cuando con tus dedos empiezas a recorrer el hueso de mi clavícula. Esto tampoco va sobre mi manía de ver cómo te concentras al manejar, ni de la vez que te aprendiste mi canción favorita y me la cantaste para hacerme saber que, a tu manera, te importo.

No te preocupes, que esto tampoco es un reproche; porque la verdad es que te entiendo, yo tampoco me quedaría. De nada sirve contar las noches en vela o las lágrimas que ambos hemos padecido, al final sólo lo bueno es lo que permanece; y sabes que es con lo que siempre me he quedado.

Esto te juro tampoco va de aquellas noches en que lo decimos todo, ni de las crudas al día siguiente que terminan con tu huida, esto no habla de la soledad de ambos, ni de nuestros torpes intentos por cambiar las cosas sin éxito. No voy a hablarte tampoco de lo que espero, porque con el tiempo aprendí que no va a llegar y que realmente nunca estoy segura de lo que quiero; los puentes no se construyen de un solo lado, como alguna vez lo dijo Cortázar. Tampoco voy a escribirte de los momentos de magia, de los que nos han quitado el aliento, de los viajes, de las promesas que se quedan en la mente y jamás se preguntan; no voy a hablarte de todo eso porque ya lo sabes todo.

En resumidas cuentas, esto habla de nada.
De esa nada que siempre resume lo que somos nosotros.