jueves, 24 de mayo de 2012

Para ti.

Anoche volviste a quedarte en mi mente, ¡Qué hermoso es cuando eso pasa! Si, todos lo días tienen ese instante que son solo tuyos; pero a veces sueles quedarte por las noches, no sabes como lo disfruto, tengo esa oportunidad de dibujarte a mi gusto, ahora te vas, siempre te quedas, a veces no existes.

Mi problema, claro esta, es despertar y ver que nada de eso existe. Y recrear tu última visita, cuando pedí que te quedaras, tú sólo te abrazaste más a mi. Yo sabía lo que eso significaba, el silencio siempre ha hablado por ti.

No te culpo por no querer estar conmigo, a veces ni yo misma lo quiero. Aunque, pensándolo bien, estar juntos sería estar en desventaja, para mi por supuesto; yo no tengo nada para ofrecerte.
No soy una cara bonita, nadie me considera graciosa ni inteligente. No toco la guitarra ni he viajado por el mundo, no puedo decirte de memoria mi poema favorito ni hablar de algo serio sin soltar una carcajada, tampoco sé contar chistes.

Sé que tengo mil y un manías contradictorias, que hay como un millón de significados en mis miradas, que soy la única que toma café en casa, que no tengo paciencia con los niños, siempre lloro con las cosas más absurdas y prefiero comprarme una bicicleta a un  coche, aunque la bicicleta no me lleve por la ciudad y deteste el transporte público.

Tal vez te hartarías de que me muerdo las uñas o de que me escondo entre las cobijas cuando hay truenos, aunque ame mojarme en la lluvia. Tendrías que salvarme varias veces por que no sé cruzar la calle, a menudo tengo crisis existenciales y jamás escucho lo que me dicen cuando mi grupo favorito esta en el radio. Duermo hasta tardísimo haciendo nada y me imagino en los años 20, a la Woody Allen por supuesto, fumo mucho cuando me estreso y me enojo con todo el mundo cuando algo no me sale bien.

Yo no soy la persona correcta para tú vida, eso lo sé. Yo no puedo enseñarte nada nuevo, ni impresionarte de ninguna manera. Sin embargo aquí estoy, imaginando que mientras te digo todo lo anterior tú sólo sonríes y me pides que deje de ser tonta, porque me quieres. Después me abrazarás muy fuerte y besarás mi frente.

Yo, tonta como siempre, lo creeré todo por un instante, y al día siguiente volveré a recrearte en mi mente, imaginando los momentos que no pasamos y las conversaciones que nunca tuvimos. Entonces vuelvo a divertirme tratando de juntar los argumentos para tú próxima visita, y que esta vez no vuelvas a deshacerlo todo con sólo tomarme de la cintura.

Lo sé, es una batalla perdida.

Y también el silencio.
Por que las mejores palabras del amor
están entre dos gentes que no se dicen nada.

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